domingo, mayo 15

Como los cuentos de la abuela.


Sí, como si los estuviera escuchando salir de su boca en estos momentos y con esa entonación que le daban énfasis a esas largas historias y que atrapaban como dos grandes redes, y que yo como buena nieta amante de los cuentos, imaginaba todas esas historias. Aún recuerdo aquellas bellas princesas sin apellido ni beneficio, llenas de bondades superfluas y rodeadas de apuestos príncipes que no conocían hasta el día de la boda y para variar sin nombre, porque eso no era relevante en la historia, aunque la realidad no está muy alejada de eso; ¡claro!, sólo que ahora ya sé que no existen los dragones y no podrán engañarme con pensar que los animales quieren ayudarme a hacer el quehacer.

Además que acertada en sus fantasias, quién se podía imaginar sí no ella que algún día las personas podrían transportar fácilmente sus consolas para escuchar sus buenos boleros, sin necesidad de enchufarlos o darles cuerda o aguantar esos más de 10 kilos de pura música, con el fin de pasar un buen rato y evadir esas voces escandalosas que te acechan por tus actos, llamada “conciencia”, y que en lo personal prefiero a veces no escuchar; o bien el comunicarse con alguien sin necesidad de estar uno frente al otro y sin montones de letras estructuradas, escuchando su voz por horas y de forma no tan costosa localizándolo en donde quiera que esté a cualquier hora ¿cada quien una línea especial? Eso es una barbaridad bien lo diría mi abuela.

Entonces tal vez, yo también quiera contar buenos cuentos, con locas ideas y nietos desobedientes escuchandolas por ratos y quizas, alguien dirá como yo, ¡Igualitos a los cuentos de la abuela!




viernes, mayo 13

Sin personalidad fija

Quinta parte.


Llegó a casa, se deshizo de las zapatillas justo al entrar y se fue directo a su cama, se acostó y mientras se dejaba caer notó aquel nuevo vestido desconocido que le hacía notar curvas delineadas, comenzó a espantarse, no recordaba nada de la noche anterior es más pareciera que ni siquiera su propio cuerpo y aunque lo recorría con sus manos para reconocerlo, sólo tenía como resultado pensar en Rafael, un tipo sin escrúpulos, corpulento y bien parecido, hombre con mañas, de personalidad temperamental; cada vez que la veía se notaba su lujuria igual que se le notaba cuando veía a cualquier otra más.

Pero esta vez ella se notaba diferente, ya no tenía una mirada cálida ahora parecía que en sus ojos había deseo, necesidad de encontrarse a alguien a su paso y quería conseguirlo, así que pensó en ir a por los callejones seduciendo a los hombres que la voltearan a ver con indiscreción, tal como lo ha hecho otras veces, haciendo miradas insinuantes con sonrisa maliciosa.

Ya estaba a punto de levantarse para alistarse, cuando de repente comenzó a sudar y no era de ese mismo sudor de pasión como la que en ocasiones le hacen sentir, esta vez era de una terrible calentura que le deparaba por la lluvia del día anterior, en verdad no le gustaba estar así pues su mente delira cada vez que enferma y comienza a ver cosas que nunca recuerda a ver visto y esta vez no fue diferente. Entre su delirio se encontraba sola en la noche pero en un parpadear había un acompañante, ahí estaba Don Joaquín, rozando sus manos con las de ella para ofrecerle un pañuelo, desnudándola con la mirada al mismo tiempo que le sonreía, murmurando el nombre de Susell, -¿Me dijo Susell a mí? Yo soy Eleonor - dijo con voz temblorosa, pero nadie le hizo caso en su alucinación.

Despertó con mucho miedo, se encontraba sola como siempre y confundida como en todas las mañanas, no podía responderse como es que llegaba de la nada a su casa sin recordar a donde había estado y ni siquiera que es lo que había hecho.

Mientras tanto Don Joaquin no desayunó ni siquiera se atrevió a mirar a la mesa, aquel anciano triste y ausente, ahora tenía más vida que cualquier otra persona, pues lo que su mente se atrevió a divagar le dio ese deseo de ser hombre, recordar a la mujer que fue suya tal cual se entregaba a él, sin pudor y con deseo, en donde no había reglas mientras se tenían uno enfrente de otro, sólo buenas mañas; recordarlo fue volver a sentirlo.

Esta vez no pretendía ir a misa, no sentía deseos de asistir y dar limosna, porque los deseos que tenía no se asemejaban en nada a los que le querían enseñar, sólo quería vivir aprovechando el tiempo que le quedaba y gastar su dinero, sentía que era el momento de disfrutar, quería compartirlo y vivirlo con alguien más que su gato y su compañera Lauren, su ama de llaves, quien es una persona de semblante tenue pero muy entrometida, mujer de 40 años con muchas historias que contar, no podía estar sin hablar pereciera que era igual de importante que respirar; pero no nos detengamos en ella, nunca parará de hablar y no dirá por ahora nada relevante.

Así que Don Joaquín salió de su casa y volvió al parque en donde había encontrado a Susell, sentía esos nervios como cuando era joven, era emocionante porque son sentimientos que nunca quieres olvidar y él los estaba pasando, aunque si desesperantes porque no sabía si la volvería a ver, ni siquiera sabía si recordaría su casa ni a él, así que se propuso esperarla cada viernes en ese mismo lugar, pero ahora estará mejor preparado porque llevará consigo un paraguas por si la lluvia vuelve a hacer de la suya.

miércoles, mayo 11

Paradas sin estación


Al cerrar los ojos veo un mundo lleno de colores un tanto extraños pero deliciosos, con un sabor agrio que acompaña a un pastel con sonido, es ahí donde se me permite construir mis deseos y temores en un espacio pero sin tiempo, de igual forma nunca pueden faltar; lo extraño es que aquella fantasía no se ve tan absurda como la realidad nublada que a veces logro recordar, pareciera que me empeño por adaptarme a lo que no conozco pero sí me conoce a mí, en ocasiones es insensible y que sin avisar me regresa por ese vagón de vuelta a la absurda realidad.

Y es aquí mi parada, en donde las mañanas marcan la hora de comenzar y solo son largas sí tomas una buena taza de café, en esta realidad todo el lugar esta lleno de sabores con colores y el día da un esquisito concierto con sonidos aun sin ensayar, el día no se queda atras pues hace un espectaculo mostrando las tardes con un amarillo tenue y a partir de las seis pintan con un tono cian.

Por eso es un doble placer conocer a esta realidad inconcisa y tardia que aun no terminá y ni siquiera imagino que es lo que me prepara y aquella fantasía complaciente e indiscreta que muestra mis más excitantes deseos.



viernes, mayo 6

Entre sueños

Cuarta parte.

Una vez dentro de la casa Don Joaquín notó que Susell estaba empapada y su ropa parecía estar desgarrada, no lo había notado pues la noche misma no lo había permitido, así que se preocupó y rápidamente busco en su baúl,  encontró un vestido de botones rojos que traía consigo una vida de recuerdos, perteneció a la mujer de sus sueños y que alguna vez estuvo en su realidad, su esposa.

Susell parecía no tener interés de hecho parecía no estar ahí, tenía una mirada fría y sin dirección, se acercó al llamado de aquel anciano y tomó el vestido que le estaba ofreciendo, Don Joaquín como todo caballero salió para darle la privacidad a aquella mujer sin identidad, entrecerró la puerta y se sentó en su sofá para descansar.

En un instante cerró los ojos y cuando notó, la mujer de belleza discreta se acercó y comenzó a desvestirse frente a él, es como si ni siquiera le importara exhibir su cuerpo, tal vez y era su forma de compensar el amable gesto, pensó él, no hubo palabra alguna, sólo unos cuantos latidos de más y respiraciones continuas, se sentía más jovén y con vida igual que hace unos 63 años.

Ella estando de pie estiró sus brazos y con sus manos delgadas y largas se tomo del cuello e hizo un ligero movimiento de cabeza (parecía un masaje para liberar su alma), con sus uñas se acarició y se recogió el cabello que caía por su cuerpo, empezó a caminar por la habitación, se quitó las zapatillas una a una y subió un pie al sillón para quitarse las medias que dejaban ver sus piernas desnudas.

Nuevamente se enderezó y dejo caer su vestido desgarrado dejando al descubierto su ropa interior, con un movimiento sensual más que con el que se desvistió comenzó a botonarse aquel otro vestido, su rostro parecía más limpio y los labios parecían más rojos podría jurar que el cabello era otro, volteó con esos ojos enormes a ver a Don Joaquín y ahí fué que la reconoció apenas iba a decir una palabra cuando se escuchó el azoto de un puerta, Don Joaquín abrió los ojos y se dio cuenta que fue Susell quien salió.

Lauren su ama de llaves le explico que Susell tenía que irse y estuvo a punto de despedirse de él pero no se animó pues se notaba con un buen semblante al dormir y no quisieron interrumpir su sueño, pero a cambio de eso Susell dejó una nota.

Don Joaquín desconcertado y con una sonrisa en su rostro la abrió y comenzó a leer:

Agradezco firmemente su caballerosidad fue muy amable en tenderme la mano aún con mi mala presentación, disculpe las molestias pronto regresaré a devolver el vestido de su esposa Cleotilde, Lauren me contó mucho de ella y el parecido a mí, que casualidad supongo que no lo había notado. Se despide.

Susell