Abandoné a mis letras, a mis deseos, a lo que me hace sentir… confieso que por un
momento creí necesario apartarlas de mí; pero el dejarlas a un lado fue tan
cruel, mis letras, aquellas que se acomodan para mí en bellas estructuras, ahora
se han escondido; ya no se pasean, ni recorren mi cuerpo como lo
solían hacer, acariciándolo hasta estremecerme. Parece ser que me olvidaron.
O
habré sido yo, y es que, en cualquier
momento aún en el menos esperado, aún cuando otro tipo de deseo me aglomera y
me hacen ceder, ellas aparecen en mi cabeza, ellas quieren salir y yo con una
gran agilidad, huyo de ellas. Sí, así como lo dije, yo huí.
Y es
que cada vez que veía una pila de hojas sueltas en mi librero, temor me daba,
ahí estaban esperando ser rescatadas, releídas y hasta quizás recicladas, pero
son tantas las palabras que se aglomeran que el miedo por haberlas dejado tanto
tiempo me separaban de ellas, ya ni siquiera recuerdo que hay escrito, no quedaba
más que estirarse un poco con un movimiento un tanto contorsionista para alcanzarlas
del enorme librero, y es cuando las veo, hurañas y polveadas, sin un fijador
que las sujete, no se cayeron, no se arrugaron;
Sí, esperaban por mí.
Sé
que mis letras me han de entender, que son tan sabías y me conocen tanto que aun
saben que todo lo dicho no implica ni una pequeña parte de la verdad, pero aún
así sé que ellas no me abandonan, porque soy yo quien no se atreve a
abandonarlas.
Sin
rodeos he de decir que nunca deje de escribir, los montones de hojas ya estaban
llenos, pero no me atrevía a acercarme al buzón, no era porque dejara de
escribir, o mis letras se hubieran olvidado de mi, había algo más.
Cuando
comencé dije que espero a alguien inesperado porque a quién invite, tal vez no
llegue y me entristezca por su ausencia y por eso creo que es mejor a quienes
llegan sin aviso, porque ellos me han de sorprender y aun será mejor que
haberlos estado esperando. Sí, a ti en especial te he dejado una nota.
Querido
lector, te conozco o talvez no, pero las letras nos unen tus palabras que con
tanto asombro leo es quien me hace conocerte y tu a mí, te estoy relatando con
un poco de palabras, lo que veo, lo que siento y mis deseos, jamás te he de
hablar de amor porque es tan común querer retomarlo pero tan complicado
describirlo y pretendo no meterme aún en problemas, en cambio me gusta hablarte
de erotismo, de la vida misma, pero eso ya lo sabías, son mis confesiones y
falta una más, tuve temor sí, pero no de
las hojas sueltas o de que mis letras no se quisieran acomodar más para mí.
Y lo
diré en pocas palabras, no regresaba
porque no sabía cómo, porque no sabía si el lector entendería mi ausencia o si aun quisiera revisar mi buzón,
pero sé que estarás ahí, en algún momento lo leerás y entonces y sólo entonces
mis palabras y yo tendremos porque sonreír; porque es mi esencia y escribo
porque me gusta, porque no hay reglas (sólo las ortográficas) pero hay más que
eso, hay vida, hay razones, una sola…las
letras.