sábado, noviembre 5

Aquella figura


Ahí está... ¿qué no la vez?

Comienza con desnudar sus pensamientos como lo haces con su cuerpo arropado, despacio y poco a poco, siendo sigiloso por momentos y en otros con desenfreno; recorre cada espacio, cada rincón, cada vereda, domina su sabor, reconoce el olor, mide cada segmento. No hay titubeos, no hay fallas  no hay tiempo que perder.

Siente aquella boca, esos labios rojos, esas texturas, ese grosor, el sonido que emiten una vez que entran en conexión; sin duda no olvides aquellas risas, aquella mueca de enojo, de tristeza, de timidez, y por favor recuerda las palabras sinceras, pero también  las mal intencionadas, las  provocativas y sutiles, es más vuelve a provocarlas, una vez más.

Vuelve con tu agilidad y absorbe los instintos que la acechan, ignora y desecha todas aquellas falsas ilusiones ajenas a una realidad, de los que hablan y no dejan respirar, de los que siguen y no dejan caminar; comienza a dudar, abre un poco más los sentidos, no te confundas, no la escondas mejor aún encuéntrala, reconócela.

No es falso lo que sientes, no hagas montones pensando que así habrá algo seguro, antes bien dispersa un poco de lo mucho que la observas y quizás entonces recordará el camino en el que iba, y vuelvan a moverse tan agiles como siempre.

viernes, noviembre 4

Otro más


Parte 12


Ya era muy tarde, no había manera de hacer más… No podía sacar de su mente la imagen de Rafael entre sus sabanas, pero esta vez  no como en las otras ocasiones,  en donde quedaba totalmente dormido tras un exhaustivo movimiento de cuerpos como solían acostumbrar, no había más, Rafael murió en aquella habitación.

¿Qué puedo decir? Pues que no era tan vil como parecía, reconozco que era un hombre letrado, con buenos modales y con una forma muy agradable para cualquier vista, él, amable con los desconocidos pero cruel con los pocos que lo querían, ese era Rafael y aún  con su arrogancia y vanidad nunca se quedaba solo, siempre tenía con quien pasar una buena noche;  era totalmente injusto, decía Fidel, su amigo desde la secundaria.

Ahora que lo menciono Fidel parecía seguir mucho a Rafael, fueron amigos por mucho tiempo, de hecho lo salvo de muchos problemas, hasta que se cansó y terminaron peleados y hasta con golpes justo una semana antes de su muerte repentina, lo cual lo colocó como sospechoso, pues muchos sabían de su relación y de su última pelea.

No tenía elección lo hicieron pasar y declarar, mientras entraba veía a una mujer que se le hizo conocida, aunque no podía recordarla lo único que vio fue que hablaba mucho y no paraba de señalar a la pobre de Eleonor, quería protegerla y llevársela lejos, la amaba en secreto y no se inmuto cuando se enteró de la muerte de Rafael.

Rafael hacía sus fechorías y era un hombre con muchos problemas, declaró Fidel,  no le importaba arruinar matrimonios ni herir a sus relaciones, no buscaba nada en especial ni se encaprichaba de nadie. Hasta que llegó a su oficina una mujer con belleza singular, ojos grandes, cabello lacio y de vestido no tan corto pero no tan largo como para no dejar apreciar sus piernas, sí ella, Eleonor.

Él la acechaba, yo la veía pasar como es costumbre a la florería de la señora que acaba de salir, a sí, Doña Socorro, yo era su vecino y de hecho la cafetería está justo a un lado de su tienda de antigüedades, Rafael iba cada mañana a mi cafetería y salía a buscar a Eleonor, casi siempre trataba de acariciar más de lo que ella le permitía yo siempre iba en su auxilio, no creo que Eleonor haya hecho algo, y si lo hizo bien merecido lo tenía, aunque ¡aclaro!  Podría asegurar que Eleonor no lo hizo le pusieron una trampa y creo saber quién fue.
                                                                                                                    

miércoles, noviembre 2

Despertando



Despertar es querer diferenciar al último sueño que se recuerda con lo que observas justo después de abrir los ojos; preguntarse qué día es y alegrarse porque es domingo; levantarse con movimientos retardados y dirigirse al lugar donde no hay inhibiciones, en donde  se desviste al cuerpo con lentitud pareciendo acariciarse mientras desabotonas  las prendas que te esconden para entrometerse sin siquiera pensarlo entre el agua que cae y el piso.

Es percatarse de las gotas heladas que caen sobre el cabello, resbalándose ágilmente y escurriéndose entre la  piel, cayendo una por una y cada vez con mayor rapidez, sintiendo aquellas gotas que más que gotas parecieran navajitas que cortan sin herir y que en un momento se vuelven agradables sobre la piel. No hay más que una reacción de escalofrió recorriendo la espalda, suave y curvada, derramando en ella agua helada que cae hasta en los tobillos.

Es salir y tomar entonces una taza de café, espiar al vecino y de paso observar por la ventana para notar el tono de la mañana, desear un beso, es todo , es recordar que puedes sentir.

martes, noviembre 1

Confesiones



Abandoné a mis letras, a mis deseos, a lo que me hace sentir… confieso que por un momento creí necesario apartarlas de mí; pero el dejarlas a un lado fue tan cruel, mis letras, aquellas que se acomodan para mí en bellas estructuras, ahora  se han escondido;  ya no se pasean, ni recorren mi cuerpo como lo solían hacer, acariciándolo hasta estremecerme. Parece ser que me olvidaron.

O habré sido yo,  y es que, en cualquier momento aún en el menos esperado, aún cuando otro tipo de deseo me aglomera y me hacen ceder, ellas aparecen en mi cabeza, ellas quieren salir y yo con una gran agilidad, huyo de ellas. Sí, así como lo dije, yo huí.

Y es que cada vez que veía una pila de hojas sueltas en mi librero, temor me daba, ahí estaban esperando ser rescatadas, releídas y hasta quizás recicladas, pero son tantas las palabras que se aglomeran que el miedo por haberlas dejado tanto tiempo me separaban de ellas, ya ni siquiera recuerdo que hay escrito, no quedaba más que estirarse un poco con un movimiento un tanto contorsionista para alcanzarlas del enorme librero, y es cuando las veo, hurañas y polveadas, sin un fijador que las sujete, no se cayeron, no se arrugaron;  Sí, esperaban por mí.

Sé que mis letras me han de entender, que son tan sabías y me conocen tanto que aun saben que todo lo dicho no implica ni una pequeña parte de la verdad, pero aún así sé que ellas no me abandonan, porque soy yo quien no se atreve a abandonarlas.

Sin rodeos he de decir que nunca deje de escribir, los montones de hojas ya estaban llenos, pero no me atrevía a acercarme al buzón, no era porque dejara de escribir, o mis letras se hubieran olvidado de mi, había algo más.

Cuando comencé dije que espero a alguien inesperado porque a quién invite, tal vez no llegue y me entristezca por su ausencia y por eso creo que es mejor a quienes llegan sin aviso, porque ellos me han de sorprender y aun será mejor que haberlos estado esperando. Sí, a ti en especial te he dejado una nota.

Querido lector, te conozco o talvez no, pero las letras nos unen tus palabras que con tanto asombro leo es quien me hace conocerte y tu a mí, te estoy relatando con un poco de palabras, lo que veo, lo que siento y mis deseos, jamás te he de hablar de amor porque es tan común querer retomarlo pero tan complicado describirlo y pretendo no meterme aún en problemas, en cambio me gusta hablarte de erotismo, de la vida misma, pero eso ya lo sabías, son mis confesiones y falta una  más, tuve temor sí, pero no de las hojas sueltas o de que mis letras no se quisieran acomodar más para mí.

Y lo diré en pocas palabras,  no regresaba porque no sabía cómo, porque no sabía si el lector entendería  mi ausencia o si aun quisiera revisar mi buzón, pero sé que estarás ahí, en algún momento lo leerás y entonces y sólo entonces mis palabras y yo tendremos porque sonreír; porque es mi esencia y escribo porque me gusta, porque no hay reglas (sólo las ortográficas) pero hay más que eso, hay vida, hay razones,  una sola…las letras.