Despertar
es querer diferenciar al último sueño que se recuerda con lo que observas justo
después de abrir los ojos; preguntarse qué día es y alegrarse porque es
domingo; levantarse con movimientos retardados y dirigirse al lugar donde no
hay inhibiciones, en donde se desviste
al cuerpo con lentitud pareciendo acariciarse mientras desabotonas las prendas que te esconden para entrometerse sin
siquiera pensarlo entre el agua que cae y el piso.
Es percatarse
de las gotas heladas que caen sobre el cabello, resbalándose ágilmente y escurriéndose
entre la piel, cayendo una por una y
cada vez con mayor rapidez, sintiendo aquellas gotas que más que gotas
parecieran navajitas que cortan sin herir y que en un momento se vuelven
agradables sobre la piel. No hay más que una reacción de escalofrió recorriendo
la espalda, suave y curvada, derramando en ella agua helada que cae hasta en los tobillos.
Es
salir y tomar entonces una taza de café, espiar al vecino y de paso observar
por la ventana para notar el tono de la mañana, desear un beso, es todo , es recordar que puedes sentir.
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