viernes, octubre 11

¿Él?

Agitados pasos suenan, no se distinguen si van o vienen, si están perdidos o reconocen el lugar, tacones y suelas, todo suena confuso, hasta el mismo silencio que rompe con una acelerada respiración hace vibrar, una corriente de aire invade y se establece como queriendo husmear y con ella, un montón de gotas que hacen de esto una lluvia de sonidos.

Sonidos aquí, sonidos allá. De pronto, se escucha como corren los cristales, como ondean las cortinas al caer para terminar acorraladas por aquel sillón, un sillón viejo que pareciera no aguantaría cargar una prenda más, pero misteriosamente sí lo hizo y en ella se postra un suéter y un par de medias.

Todo fue tan rápido que ahora no se logra ver más allá de tres pasos pues la ausencia de luz llega e invade todo a su alrededor, se vuelve ahora la fiel cómplice de aquellos dos, no hay mucho que ver, lo que resta ahora es comenzar a estremecer los otros sentidos. ¿Qué sentidos? El de percibir el aroma más relajante y estremecedor a la vez,  los sonidos que me deja llegar hasta los más oscuros y ocultos pensamientos, la sensación del tacto que tiene el aire al pasear sobre la espalda.

Ahora una silueta aparece de perfil, suelta su cabello, desliza su mano en el cuello y gira para comenzar a acercarse, sí, ahora se acerca, está tan cerca, parece que observa, no lo sé bien porque no se deja ver mucho, se ha detenido para agacharse un poco y susurra algo, no entiendo bien creo que dijo “él”, no, no, espera creo que dijo “Susell”.

domingo, octubre 6

Y tu pregunta era...

¿Quién soy yo? Creo que esa no es la pregunta que deseabas hacer, pues quien sea tal vez no importe ya que ni yo lo recuerdo, aunque ahora que lo mencionas creo ver figuras en mi cabeza, cuadros que dejan ver lo que fui en ésta o en la que viene.

Digamos que simplemente mi nombre ha sido borrado pero no por el puño y letra de quien me escribió en aquella época en la que hablar era más fácil porque nadie conocía, ni de quien me dejó por aquella joven cabra que más que leche y queso sólo daba topes, ni mucho menos por quién jugó a ser joven; simplemente fui borrada por mis años, por nadie más que ellos.

Esos años en los que remendar era más fácil que encontrar marido, al menos un pinchazo de aguja me hacía sentir más viva, pero quién quería marido cuando de joven hasta me sobraban prospectos, de todo y para todo, unos viejos, unos jóvenes, con mulas y sin mulas, con años de experiencia e inexpertos, solitarios, casanovas, tercos pero los peores fueron los sumisos, esos que hacían hasta maromas por verme feliz, pero esos son los más peligrosos, déjame darte mi experiencia y mis años en ejemplo, esos, esos nada más quieren hacer creer que los controlas controlándote a ti.

Que te lo digan estas manos, que han lavado cientos de trapos y estos ojos que han llorado por ratos, pero ¿cuál era tu pregunta? Sí, es verdad, los años hacen perder la cordura, la juventud te cega y te hace perder la razón, es como estar alcoholizado, y el paso de los años es la cruda, bueno no me creas no lo sé de cierto porque nunca me he emborrachado ni en la fiesta de la vecina que por querer consentir a la hija le hizo tremenda fiesta con todo y ternero, de esos gordos y caros. Pero de qué le sirvió, si en el mero festejo que se le escapa la chamaca con el novio que hace 3 semanas conoció.

Estoy segura que fue en sábado, lo sé porque no olvidé que por hacerle compañía casi caigo con el carnicero que destazó al ternero, por suerte lo que tomé no fue mucho y eso me hizo no perder tanto la razón, si la cordura pero no la razón.

Quién soy, digamos que alguien que también le dijeron que uno venía a ser feliz y lo soy, en esencia aunque no tan bien formada como mi anterior figura, piernas flexibles, cuerpo un tanto contorsionista, uñas que rasguñaban hasta el mismo hueso y sí quizás sólo quede el tercio de un poco de aquello y un poco de lo otro, eso sí, sigo teniendo las mismas necesidades sólo que con más quehaceres.


viernes, octubre 4

Viernes

Había olvidado que tan importantes eran los viernes, la ansiedad porque llegaran, la dulzura con la que ellas lo esperaban y me esperaban. Llegar y sentir esas tremendas, estremecedoras y a la vez fatigadoras caricias con las que recorrían mi cuerpo envuelto en ropas, ropas que desteñidas incluso abrigadoras y otras tantas imaginativas me envolvían.

Pero qué insulso suena cuando digo que lo había olvidado, eso no es verdad, no las olvido ni a ellas ni a lo que me hacen sentir, y si estamos confesando diré dos cosas, primero, no, no me gustan las flores aunque sí su olor pero no verlas cortadas para mí y dos, de verdad es que nunca olvidé qué significaban los viernes, nunca olvidé que tan importante era y es para mi hablar con las manos, extenderme y utilizar este enorme puente  que me deja llegar a ti, a ese lector que me lee y que probablemente saborea las letras, que tal vez esperó por verme regresar, o que simplemente no sabe quién soy y se pregunta si continuar leyendo porque se topó sin querer con este lugar y en dos segundos llegó aquí o 
continuar enterándose de vidas que ni ajenas ni cercanas simulan ser envidiables.

Sólo déjame sentirte a ti por extraño que seas, extraña, y no, este no es ningún comienzo pues soy más vieja que aquél suéter de lana, es simplemente otro ángulo que busqué para llegar a ti, digamos que es mi saludo, no puedo darte más por ahora porque si te hacemos llegar al clímax tan pronto, no lo habrás disfrutado, digamos entonces que hay que conocernos, quiero comenzar a sentirte y que la sensualidad de una falda con letras reflejada en tus ojos dilatados me hagan percatar que sí, sientes, estás aquí y volverás por un poco más.