Agitados pasos suenan, no se distinguen si van o vienen, si
están perdidos o reconocen el lugar, tacones y suelas, todo suena confuso,
hasta el mismo silencio que rompe con una acelerada respiración hace vibrar,
una corriente de aire invade y se establece como queriendo husmear y con ella,
un montón de gotas que hacen de esto una lluvia de sonidos.
Sonidos aquí, sonidos allá. De pronto, se escucha como
corren los cristales, como ondean las cortinas al caer para terminar
acorraladas por aquel sillón, un sillón viejo que pareciera no aguantaría
cargar una prenda más, pero misteriosamente sí lo hizo y en ella se postra un
suéter y un par de medias.
Todo fue tan rápido que ahora no se logra ver más allá de
tres pasos pues la ausencia de luz llega e invade todo a su alrededor, se
vuelve ahora la fiel cómplice de aquellos dos, no hay mucho que ver, lo que
resta ahora es comenzar a estremecer los otros sentidos. ¿Qué sentidos? El de
percibir el aroma más relajante y estremecedor a la vez, los sonidos que me deja llegar hasta los más
oscuros y ocultos pensamientos, la sensación del tacto que tiene el aire al
pasear sobre la espalda.
Ahora una silueta aparece de perfil, suelta su cabello,
desliza su mano en el cuello y gira para comenzar a acercarse, sí, ahora se
acerca, está tan cerca, parece que observa, no lo sé bien porque no se deja ver
mucho, se ha detenido para agacharse un poco y susurra algo, no entiendo bien
creo que dijo “él”, no, no, espera creo que dijo “Susell”.