viernes, octubre 4

Viernes

Había olvidado que tan importantes eran los viernes, la ansiedad porque llegaran, la dulzura con la que ellas lo esperaban y me esperaban. Llegar y sentir esas tremendas, estremecedoras y a la vez fatigadoras caricias con las que recorrían mi cuerpo envuelto en ropas, ropas que desteñidas incluso abrigadoras y otras tantas imaginativas me envolvían.

Pero qué insulso suena cuando digo que lo había olvidado, eso no es verdad, no las olvido ni a ellas ni a lo que me hacen sentir, y si estamos confesando diré dos cosas, primero, no, no me gustan las flores aunque sí su olor pero no verlas cortadas para mí y dos, de verdad es que nunca olvidé qué significaban los viernes, nunca olvidé que tan importante era y es para mi hablar con las manos, extenderme y utilizar este enorme puente  que me deja llegar a ti, a ese lector que me lee y que probablemente saborea las letras, que tal vez esperó por verme regresar, o que simplemente no sabe quién soy y se pregunta si continuar leyendo porque se topó sin querer con este lugar y en dos segundos llegó aquí o 
continuar enterándose de vidas que ni ajenas ni cercanas simulan ser envidiables.

Sólo déjame sentirte a ti por extraño que seas, extraña, y no, este no es ningún comienzo pues soy más vieja que aquél suéter de lana, es simplemente otro ángulo que busqué para llegar a ti, digamos que es mi saludo, no puedo darte más por ahora porque si te hacemos llegar al clímax tan pronto, no lo habrás disfrutado, digamos entonces que hay que conocernos, quiero comenzar a sentirte y que la sensualidad de una falda con letras reflejada en tus ojos dilatados me hagan percatar que sí, sientes, estás aquí y volverás por un poco más.

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